No te quedes bañando en el mar hasta mediodía porque te convertirás en pescado, si cortas una rama saldrá sangre, si excavas un hoyo encontr...

En Semana Santa


No te quedes bañando en el mar hasta mediodía porque te convertirás en pescado, si cortas una rama saldrá sangre, si excavas un hoyo encontrarás carbón… Estas y otros mitos nos decían nuestros abuelos en Viernes Santo, quizás relatos heredados por quien vivió estos hechos o simplemente se decían para que uno guardara en solemnidad esta fecha para no ir a trabajar o visitar la playa.


Quienes profetizan la fe cristiana que cree y conserva la Semana Mayor o aquellos que guardan estas fechas —independientemente de sus creencias— sobre todo los días jueves, viernes y sábado Santo, comparten un espíritu común de hermandad y compasión. 


Más allá de un descanso, los días Santos se centran en compartir en familia y reflexionar sobre nuestro vivir, quizá —en mi opinión— no siempre de la manera tradicional, pero sí es importante guardar el respeto hacia uno mismo y su prójimo, renovarse y corregir nuestras faltas que solo más daño nos hacen. 


Cristo, que evidentemente en diversas culturas y civilizaciones esté representado por diversos nombres, es sinónimo de hermandad, respeto, el reconciliador, él que no juzgó, el que caminaba con quienes no eran perfectos, era maestro de la humildad, un amigo, quien, como todos, vivió en carne propia la traición de uno de su más cercano, burlado y condenado por simplemente decir la verdad y por llevar la contraria de las normas que eran “común” o “correcto” en aquella época. 


Es el mismo personaje cuyos valores en todas las culturas y religiones se representa por el amor y hermandad, el cual debería de ser Ley Universal, porque el amor perdona, el amor no traiciona, el amor no provoca guerra ni conflictos, el amor comprende y libera. 


Vivir para servir sin hacer daño a los demás, ser capaz de respetar a las personas por su forma de ser u origen, perdonar y no juzgar a las personas por sus errores y faltas, son acciones que nos hace ser seres esenciales y útiles en este mundo.

 

No importa cómo es que manifiestas tus creencias, el universo no se centra ni favorece a unos cuantos, mucho menos es cuadrado, la energía vive entre todos, por ello, más allá de un discurso u obligaciones religiosas comunes, lo importante es promover los valores que el mismo Cristo enseñó, y que e incluso en otras denominaciones enseñan, porque todas se centran en el amor, el bien común, la reconciliación y paz. 


Que estos días sea de paz y reflexión para todos.